Banderolas blancas, lazos amarillos

Àlvar Hervalejo Sanchez

A finales de los años 80, cumplía prisión preventiva en Alcalá Meco el preso político catalán Macià Manera, fallecido el año pasado. Acusado de pertenecer a Terra Lliure, su deteriorado estado de salud tenía mucho que ver con las torturas recibidas durante su detención. Vecino de Montuïri, pueblo del interior de Mallorca, se suponía que debía comunicarse con su madre por teléfono una vez por semana. Era imposible. La dirección de la cárcel exigía que la conversación tuviese lugar en castellano. Macià se veía incapaz de utilizarlo con su madre. Ella, sencillamente, no sabía hablarlo [1].

De las muchas cosas que Euskal Herria y Països Catalans tenemos en común, la dispersión es, por desgracia, una de las peores. Seis son las presas políticas catalanas en la actualidad: Jordi Sànchez (Soto del Real), Jordi Cruixart (Soto del Real), Oriol Junqueras (Estremera), Joaquim Forn (Estremera), Lola López (Soto del Real) y Marina Bernadó (Rennes). Seis familias a las que se impone el castigo del alejamiento. Seis personas que ven vulnerados sus Derechos Humanos.

El Procés ha puesto a las presas políticas catalanas de nuevo en los grandes titulares. Muchas personas desconocen que la historia de los encarcelamientos políticos en Països Catalans viene de lejos, por lo menos desde el franquismo, y que se ha desarrollado prácticamente sin interrupciones. Una investigación del diario Jornada ha contabilizado recientemente hasta 466 [2]. Sin embargo, lo cierto es que los encarcelamientos de los Jordis y los consellers y la negativa estatal a su traslado a cárceles de Catalunya, ha puesto de manifiesto la por desgracia extraordinaria vitalidad de la dispersión.

Se dice habitualmente que la dispersión es una política de venganza, y lo es. Pero los últimos encarcelamientos políticos en Catalunya nos recuerdan algo más: es una herramienta de los Estados para la intervención política. El contexto —geográfico o político— es lo de menos. Lo que siempre se justificó como medida antiterrorista no es más que otra arma en el arsenal estatal. Hacer política con cárceles. Algo inaceptable para cualquier mirada hecha des de los Derechos Humanos.

Quizás muchas personas en Euskal Herria desconozcan hasta hace poco la existencia de presas políticas catalanas. Más grave todavía, algunos en Catalunya miraron hacia otro lado cuando en Euskal Herria se implementaron medidas de excepción. Todo eso debe quedarse en el pasado. Los pueblos contra los que se aplica la dispersión y la vulneración de derechos de las personas presas debemos encontrar puntos de encuentro. Hacernos fuertes en la solidaridad. Aprender mutuamente de aciertos y errores. Aprovechar caminos conjuntos.

Librar la batalla en solitario es algo que no nos podemos permitir. Con nuestras banderolas blancas o nuestros lazos amarillos, traigamos a las nuestras a casa.

 

[1] https://dbalears.cat/opinio/2017/01/29/298106/records-macia-manera.html

[2] https://www.diarijornada.coop/466-presos-politics-democracia/

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