Secuelas nutricionales de la dispersión de los presos vascos
Si pensamos en verano, vacaciones y largos trayectos en coche, también pensamos en las paradas obligadas para descansar y estirar las piernas. Tras unas horas de carretera, apetece salir a beber algo y picar alguna cosa.. Pero existen dos problemas: el primero es el contexto, porque para muchas familias y amigos, esta circunstancia no sólo se produce en vacaciones sino que sucede cada fin de semana cuando tienen que recorrer entre 1000-2000 km para poder visitar a sus allegados, presos afectados por la dispersión.
El segundo problema se refiere a las opciones para satisfacer esas necesidades nutricionales durante tan largo viaje, puesto que salvo alguna excepción, las tiendas y restaurantes de carretera son entonos donde la comida de verdad y de calidad nutricional brilla por su ausencia.
Sin embargo, poco o nada se ha hablado sobre las consecuencias nutricionales o alimentarias de estas familias “nómadas de fin de semana”.
Pero para analizarlas tenemos que recordar que actualmente, un total de 280 presos se distribuyen en las prisiones más alejadas del País Vasco. Son 95 los que se encuentran en prisiones andaluzas, 48 en la Comunidad Valenciana, 36 en prisiones murcianas, 24 en Galicia, 20 en Castilla y León y 16 en Castilla La-Mancha.
Por otro lado, 23 son los que se encuentran “más cerca”, a 300 kilómetros del País Vasco distribuidos en prisiones de Álava, Burgos, Cantabria y Logroño.
Y por último, son 80 los presos recluidos en cárceles francesas.
La dispersión es un hecho, no obstante, es importante que atendamos a las secuelas de dicha situación. Si lo analizamos bien, no hay peor combinación posible: sedentarismo, un descanso inadecuado e insuficiente, apetito y productos comestibles de baja calidad nutricional fin de semana tras fin de semana.
El viaje suele organizarse durante una noche en autobús, día de visita y salida de noche el sábado o el domingo por la mañana, por lo que son muchas las comidas que se realizan durante el camino, algunas de ellas, ingestas principales como desayuno, comida y cena.
Para semejante rutina de fin de semana, algunos consiguen organizarse, sobretodo, los que viajan con niños y llevan comida preparada, otros optan por comer un menú en alguna estación de servicio de la carretera o recurren al socorrido bokata o comida preparada de algún supermercado.
Sin embargo, para estas familias esta circunstancia que para la mayoría no es relevante a nivel nutricional dada la baja frecuencia con la que se realiza, para ellos se convierte en un hábito alimentario inapropiado, por lo que a medio – largo plazo las consecuencias pueden ser significativas en términos de salud. Este hecho sobretodo es importante si se tiene en cuenta que parte de los viajeros pertenecen a poblaciones de riesgo como son los niños y los adultos mayores.
En este sentido y sobretodo en relación a los niños que viajan, cabe resaltar que cuando se realiza alguna ingesta dentro de la furgoneta o autobús, hay que tener en cuenta que normalmente un vehículo no es un sitio que tenga unos niveles de higiene como los que se encuentran en un restaurante o en la cocina de casa. Son muchos los gérmenes y bacterias que se encuentran en los vehículos por lo que realizar ingestas importantes dentro de ellos puede resultar peligroso.
Asimismo, en este contexto y con este ritmo de viaje, uno no come ni se alimenta, sino que ingiere alimentos y productos, a veces de pie, a veces sentado de una manera no demasiado apropiada y con el minutero en marcha, por lo que al comer rápido no se mastica bien, por lo que no se realiza una adecuada digestión.
La consecuencia más directa de comer rápido y no masticar suficiente es la aparición de molestias digestivas como pesadez, distensión abdominal, sensación de gases y digestión “pesada” o lenta, y además, una menor sensación de saciedad. Esto último es importante, pues una menor saciedad unido al hecho de parar en gasolineras y áreas de servicio donde encontramos una gran cantidad de comida superflua, puede favorecer la aparición de más molestias digestivas pero también de sobrepeso.
Además, una alimentación basada en comida rápida o menú de carretera, normalmente es una alimentación con un nivel de grasa elevado que posteriormente durante el viaje puede inducir la aparición de mareos, sudoración y dolor de cabeza entre otros.
Quizás al principio, la pretensión es llevar comida preparada desde casa pero a la larga, cada fin de semana, esto puede resultar “operativamente” complicado, pues requiere de mucha planificación, ya que se trata de no pocas comidas durante el viaje. Esta situación da paso al cansancio, a las prisas y lo habitual es que dé pereza cocinar o preparar comida para el trayecto y se acabe picando algo por el camino.
El problema, es que en la carretera, las opciones son más limitadas y la tendencia a elegir productos ricos en grasa y azúcar es intrínseco al ser humano.
Está claro que para los adultos resulta un desafío alimentarse bien durante cada fin de semana viajando, pero para los niños, lo es aún más. Pongámonos en el contexto de que tras varias horas de aburrimiento en el autobús o furgoneta, se encuentran con la tienda de la gasolinera o área de servicio de turno llena de colores, objetos y productos llamativos. Todo les parece atractivo pero la mayor parte de los productos disponibles en estos establecimientos son de baja calidad nutricional: gominolas, galletas, paquetes, bebidas energéticas, bollería industrial…
Como padres y más en una situación emocionalmente tan complicada como lo es viajar para visitar a un familiar preso, es difícil no ceder y comprarles algún producto de estos (cada fin de semana).
Las consecuencias a medio – largo plazo para estos niños y/o adolescentes son claras.
Por un lado existe el riesgo de que adquieran el hábito de comer como consuelo emocional. Ante una situación dolorosa o difícil de gestionar emocionalmente, los alimentos y sobretodo aquellos con altos índices de azúcar y grasa aparecen como los aliados perfectos para llenar ese “vacío” emocional. Pero cuando se hace habitualmente —sobre todo sin ser consciente de ello— comer emocionalmente puede afectar al peso, la salud y el bienestar general.
Por otro lado, dos o tres días sin descansar ni alimentarse adecuadamente pueden provocar algún déficit nutricional sobretodo en esta población a consecuencia de las elevadas necesidades nutritivas que requiere el crecimiento y que en este ámbito pueden no ser cubiertas adecuadamente. Los más comunes son el déficit de minerales como son el calcio, el hierro y el cinc. Cada uno de ellos se relaciona con un aspecto concreto del crecimiento. Por otro lado también pueden aparecer déficits de vitaminas relacionadas con la síntesis de proteínas, el crecimiento y el desarrollo: Vitaminas A y D (lácteos enteros, grasas lácteas – mantequilla, nata -, yema de huevo, …); ciertas vitaminas del grupo B: ácido fólico (legumbres y verduras verdes, frutas), B12 (carne, huevo, pescado, lácteos…), B6 (cereales integrales, frutos secos), niacina (vísceras, carne, pescado, legumbres y cereales integrales) y tiamina (cereales integrales, legumbres y carnes).
Por todo esto y dado que la dispersión de los presos no tiene pinta de resolverse en poco tiempo, es recomendable tomar nota de algunas recomendaciones para evitar todas estas situaciones de riesgo.
- En primer lugar, no es recomendable emprender un viaje con el estómago vacío, pero tampoco ingerir alimentos muy pesados o ricos en grasas.
- Independientemente de que el viaje implique parar en alguno de los establecimientos de carretera, bajar del automóvil con apetito hasta la tienda no es buena idea. Para evitar esto, es mejor llevar picoteo sano en el vehículo como fruta natural, en conserva o deshidratada, frutos secos, unos trocitos de queso…
- Llevar alguna de las comidas ya preparada de casa puede ser recomendable. Se puede tener la fruta ya cortada en trocitos, llevar unos recipientes con vegetales y proteína de calidad como queso, jamón serrano, salmón ahumado e incluso latas de anchoas o sardinas para preparar unos sándwiches saludables e incluso disponer de una ensalada fresca ya preparada para comer algo ligero.
- Es imprescindible llevar bebidas frescas. La hidratación es clave, sobre para niños y adultos mayores, pues la deshidratación produce fatiga muscular. Se puede llevar agua, preparar un termo con infusiones (tanto calientes como fríos). Estas opciones son mejores que las bebidas azucaradas, los zumos concentrados o las bebidas energéticas.
- Si se tiene que comer en un servicio de restauración de carretera, hay que recordar comer y beber despacio, masticar suficiente y sentarse cómodamente. Asimismo, es preciso evitar las salsas abundantes y las comidas copiosas que dificultarán la digestión. También se debe tener cuidado con las comidas muy condimentadas o picantes que irritan el estómago y aumentan la acidez igual que sucede con las bebidas muy calientes y estimulantes como el café.
- Es recomendable prescindir en estos viajes de los alimentos flatulentos como las legumbres y ciertas verduras (sobre todo brócoli, cebolla cruda, col, col rizada, coliflor, colinabo, coles de Bruselas).
- Si de segundo se eligen pescados o carnes, mejor los menos grasos y cocinados de forma sencilla (plancha, parrilla o similar).
- Y por último de postre son preferible las frutas a los postres dulces más elaborados.
Utzi erantzuna